lunes, 10 de diciembre de 2012

Obediencia a la autoridad



                    



En este artículo voy a hablar sobre el vídeo que os muestro aquí arriba. En el vídeo se realiza un experimento llevado a cabo en la universidad de Yale, en Estados Unidos, a principios de los años 60, por un psicólogo de dicha universidad llamado Stanley Milgram, de ahí viene el nombre del experimento (Experimento de Milgram).  El propósito del experimento era medir la disposición de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando éstas pudieran entrar en conflicto con su conciencia personal.


Los experimentos comenzaron después de que Adolf Einchmann, un Teniente Coronel nazi responsable directo del genocidio judío y  de deportados a los campos de concentración, fuera juzgado y sentenciado a muerte por crímenes contra la autoridad. Einchmann escribió en un diario mientras estaba en la cárcel que las órdenes eran lo más importante de su vida y tenía que obedecerlas sin discusión, además de testimonios de psiquiatras de la cárcel que decían que era un hombre sano y testigos que aseguraban que era una persona normal y corriente. Fue entonces cuando Milgram se sintió atraído por este caso, sobre si Einchmann capturaba y mataba judíos por obediencia y si todos sus demás cómplices también lo hicieron por obediencia, acatando unas órdenes, lo que le llevó a realizar el experimento.


Milgram puso un anuncio en un periódico, en el que solicitaba voluntarios para un experimento,  y aunque dice que el experimento es para evaluar la memoria, lo que Milgram realmente quiere conocer es la resistencia a la autoridad de los participantes. A cada voluntario se le asigna un compañero al azar, uno será el profesor y el otro el aprendiz. Luego, se les coloca en habitaciones separadas. El experimento trata de que el profesor tiene que realizarle unas preguntas al aprendiz, y si el aprendiz falla, el profesor ha de castigar cada respuesta errónea con una descarga eléctrica hacia el aprendiz, primeramente de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios. Para demostrar que el mecanismo de descargas funciona, el investigar le aplica al profesor la descarga mínima, así comprueba la descarga que le aplicará al aprendiz.


                                        


Las primeras descargas fueron fáciles de aplicar, pero a medida que aumentaban los voltios de la descarga, los alumnos solían pedir clemencia y algunos profesores empezaron a dudar, ya que saben que están inflingiendo dolor y la situación va haciéndose cada vez más dura. Cuando algunos profesores manifestaban su intención de abandonar, el investigador le insistía sin gritarle, con frases como continúe, por favor; el experimento requiere que usted continúe; es absolutamente esencial que usted continúe; usted no tiene opción alguna, debe continuar. Con estas frases, el experimento es llevado por un 65% de los participantes.

Sin embargo, los alumnos no eran voluntarios, sino actores. Los gritos y súplicas de éstos eran pura mentira, nunca se daba ninguna descarga. Todos los voluntarios fueron designados maestros y los actores, alumnos.


El equipo de investigación estuvo sorprendido por los resultados, ya que pensaban que ninguno de los participantes aplicaría una descarga eléctrica superior a los 130 voltios y que solo algunos sádicos aplicarían el voltaje máximo. Ningún participante paró en los 300 voltios, que era el nivel en el que el alumno dejaba de dar señales de vida.


Lo primero que se preguntó el desconcertado equipo de Milgram fue cómo era posible que se obtuvieran dichos resultados. Los participantes se mostraron preocupados por su propia conducta. Todos se mostraban nerviosos y preocupados y, al enterarse de que en realidad el alumno no era más que un actor y que no le habían hecho daño, suspiraban aliviados. Por otro lado eran plenamente conscientes del dolor que habían estado infligiendo, pues al preguntarles por cuánto sufrimiento había experimentado el alumno la media fue de 13 en una escala de 14.


Desde mi punto de vista, este experimento muestra en gran parte la obediencia ciega que tenía el pueblo nazi, ya que muchos pensarían que los alemanes de aquella época actuaban de aquella manera porque no estaban de acuerdo con los judíos y querían exterminarlos o porque consideraran a los judíos inferiores a ellos.