domingo, 24 de febrero de 2013

Hacer el animal



En este artículo, os voy a contar mi experiencia sobre un episodio del libro 101 experiencias de filosofía cotidiana, escrito por el francés Roger-Pol Droit. Este capítulo trataba de que tenía que meterme en la piel de un animal, cualquiera, aunque a la hora de meterme en la piel de algún animal solo se me ocurrían unos pocos, mamíferos en general. En el episodio, el escritor deja bien claro que no he de imitar a un animal, sino hacer cosas de tal manera como si ya lo fuera, es decir, sin pensarlas, y eso hice.

Primeramente, me metí en la piel de un perro durante unos 3-4 minutos; estuve ladrando por la ventana, caminando a cuatro patas, olisqueando mis materiales... Todo esto sin pensar en que iba a hacer después, dejándome llevar como si fuera un perro. Después estuve imitando a un gato y he de decir que no fue nada fácil, ya que los gatos se pasan la mayor parte del tiempo descansando, así que lo que hice fue tirarme en el suelo como si fuera un gato a descansar y maullaba de vez en cuando. Luego me metí en la piel de un canguro, aunque lo único que hice fue encorbarme un poco y dar saltos con las 2 piernas. Finalmente, me introduje en la piel de un cerdo y estuve andando a cuatro patas y me tiré en el suelo revolcándome en él como si fuera barro.

Al rato, volví a repetir la experiencia durante 10 minutos, aunque esta vez me introduje en la piel de un solo animal que no era mamífero, y aunque sabía que era difícil, al menos lo intenté. Esta vez me hice pasar por una serpiente. Estuve todo el rato arrastrándome por el suelo y sacando la lengua como lo haría una y abalanzarme sobre algo como cuando una serpiente ataca a un adversario para clavarme un colmillo. 






martes, 12 de febrero de 2013

Mi educación

Mis recuerdos mientras cursaba la educación primaria son maravillosos. Al igual que infantil, hice mis estudios primarios en el CEIP Menesteo. Un resumen corto de esta etapa de mi vida podrían ser las clases fáciles y sencillas comparadas con secundaria y bachillerato y los recreos, en los que me pasaba media hora jugando al deporte que más me gustaba, y me sigue gustando, el fútbol. Aunque para mí lo más importante de esta época de mi vida son los amigos que he hecho. Hay una frase que dice que los amigos de verdad se pueden contar con los dedos de una mano, pues la mayoría de dedos de mi mano están formados por amigos que he hecho en este colegio.



Ya en secundaria la cosa se volvió un tanto más difícil en lo que a estudios respecta. Recuerdo que en el colegio con estudiar un rato el día antes para los exámenes me bastaba para sacar buenas notas y aunque en primero y segundo de secundaria para ciertas asignaturas hacía lo mismo, me esforzaba más para otras que eran mucho más fáciles a la hora de estudiar en el colegio. En el instituto he hecho también buenos amigos, además de haber tenido la suerte de conocer a una persona que a primera vista no supe ver y valorar, pero que a día de hoy es importantísima en mi vida. Una decepción en parte son los recreos; acostumbrado a jugar al fútbol en una amplia pista de futbito, aquí tenía que conformarme con una parte del gimnasio y porterías de un tamaño que llegan hasta la cintura, aunque por otra parte los recreos a día de hoy son maravillosos también, ya que lo paso con personas que me importan.



Además en mis etapas en el colegio y en el instituto he ido aprendiendo determinados valores que pienso que si a lo mejor no hubiera estudiado, jamás los habría llegado a tener. Por ejemplo, el inconformismo. No me conformo con tener una buena nota, quiero tener la mejor nota posible. Para conseguir esto además he desarrollado otro rasgo, ser trabajador. Si quiero tener buena nota, he de trabajar para conseguirla. Además siempre he tenido la figura de ciertos profesores que, sin que me dé cuenta, me he ido fijando en su persona y he ido imitando partes de sus rasgos.



Lo que más me satisface del sistema es que sea público, así cualquiera puede tener derecho a estudiar. Si una familia no tiene dinero para poder costearse una escuela privada, si el sistema no fuera público, probablemente el hijo tendría que quedarse sin poder ir al colegio ni tendría derecho a aprender. El problema es que a veces pienso que los jóvenes no aprenden a valorar la escuela porque sus padres no tienen que costeárselo. Es decir, si estuvieran en colegios privados, una parte de los alumnos que tienden al fracaso escolar aprenderían a valorar más que sus padres están costeándole los estudios y así centrarse más en ellos.



Muchas veces, los profesores con su manera de dar la clase, hacen que la clase pierda o gane interés. Hay profesores que hacen que las clases sean más llevaderas. Pienso que los profesores deberían de dejar intervenir más a los alumnos, ya que es muy difícil estar una hora estar atendiendo mientras el profesor está en la pizarra explicando. Pienso que deberían de estar un rato explicando y otro preguntando a los alumnos sobre la explicación para así fomentar a que atiendan más, además de mandar actividades relacionadas con la teoría que han explicado. Además pienso que hay alumnos que se distraen bastante durante las clases con sus móviles, por lo que pienso que sería buena idea poner inhibidores de frecuencia en las clases, así los alumnos no conseguirían distraerse tan fácilmente, en vez de prohibir llevar aparatos electrónicos, ya que muchos alumnos se lo llevan por cuestiones bien distintas a las de estar distraído en clase.